Al ser picado por un mosquito en Lhasa, la capital del Tíbet, Buckley (autor del libro) quedó desconcertado: se supone que los mosquitos no son capaces de sobrevivir arriba de los 11 mil pies, y Lhasa se sitúa en una altitud de 12 mil pies. Históricamente, el Tíbet nunca ha sido afectado por malaria (todavía entre las enfermedades más letales de las proximidades), pero con la agresiva colonización degradando el hábitat del Tíbet, esto puede cambiar pronto.
Desde la violenta anexión del Tíbet en 1950, China ha desfigurado inexorablemente la belleza hipnótica de la meseta. Ha minado y acarreado la riqueza mineral del Tíbet, ha construido represas y desviado corrientes de agua de sus copiosos ríos, ha llevado como ganado a gran cantidad de tibetanos hacia lo que llama “Nuevas Aldeas Socialistas”, ha reprimido la expresión de la identidad tibetana y aniquilado formas de vida.
El Tíbet, Buckley nos recuerda, “es la colonia más grande del mundo”.
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