Antes, más de 2.000 tibetanos al año hacían el peligroso cruce desde China a través de Nepal hacia Dharamsala, el pequeño pueblo de India que es sede del Gobierno Tibetano en el Exilio y de su líder espiritual, el Dalái Lama.
Ese número ha caído drásticamente en los pasados 6 años, con sólo cerca de 100 arribando hasta ahora, este año.
“China está intentando proyectar su injustificada represión en el Tíbet como antiterrorismo” dijo Matteo Mecacci, presidente del grupo International Campaign for Tibet (Campaña Internacional por el Tíbet).
“La represión es tan aplastante que la gente se está prendiendo fuego”. “No hay un solo día en que los chinos estén sin sus armas. Ellos pueden dispararnos en cualquier momento”, dijo Jigme Gyatso, un monje tibetano que arribó a Dharamsala en mayo. Él fue golpeado y torturado, tanto en detención como fuera de ésta, escapando después de su último arresto en 2012. Pasó los siguientes 18 meses viviendo en las montañas escapando de la policía, pidiendo comida a los nómades.
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